El
verano de aquel año 2002 bien se podría conocer como el verano del Cisma. Fue
el último verano en el que pertenecimos a la élite de fiestas, las peñas y el
momento en el que tomamos la decisión de comenzar una introspectiva aventura
hacia el submundo de los garitos, cuya oscuridad hemos venido combatiendo a
golpe de flash ( y de bombillas de colores, gracias a las instalaciones de Edu
Bricolaje).
Pero
no nos adelantemos en los acontecimientos. El verano de 2002 conocimos de
primera mano que la mayoría no siempre es justa, pero es la menos injusta de
los escenarios posibles. La Asamblea del Correcaminos de aquel año dejó frases
para el recuerdo, como la banda de trompetistas con dietas de diputados, o el
giro vintage que se pretendía dar a la llave de la peña, sustituyendo las
aburridas y poco cercanas llaves actuales por una de un palmo de longitud,
300gr de peso, y un terminado de óxido que evoque a las reminiscencias de los
albores de la peña. Ya se sabe, todo es insuficiente en post del progreso.
Aquella
hora escasa en el bar de las piscinas fue la fecundación de lo que hoy es un
niño de 11 años, a punto de entrar en la pubertad (esperad a nuestra
adolescencia, ya veréis), de nombre Makoki. Nuestra amplia representación
asamblearia hizo posible aprobar todas nuestras peticiones y echar por tierra las
propuestas que consideramos aberrantes, aunque me se de algún que otro makoki
que ya las firmaría actualmente. Pero no todo había salido a pedir de
boca y es que el desencuentro allí reinante se culminó semanas después en una
visita de la delegación Sector Albini, en la que un mono con sombrero de
Galavisión minó la capacidad de Jaume de permanecer atado al mundo real y ,
como no podía ser de otra manera, acabó en la puta calle, como poli malo que
es.
Aquellas
fiestas, y sus sopas de ajo mutantes (cuya receta no estaba mala, pero claro,
con el paso de las semanas paso de la Comisión de Comidas a la de Investigación
y Desarrollo, constituyendo un arma biológica arrojadiza de lo más recurrente)
fueron el preludio de lo que más tarde vendría a ocurrir al bajar la cuesta,
“Muerte y Destrucción” por la tarde noche y resurgir matutino de las cenizas,
cual ave fénix.
Hubo
muchas victimas colaterales en este camino, como el famoso y breve Palawer, y
muchas otras personas, que pudieron ser victimas, pero nadie les recordará como
tales; Hassan y los sillones que también se llamaban Hassan, las cintas-casete
en las que Roberto instaba a la Yihad contra más sofás, colchones con más
agujeros que un colador, los cómplices embaucados por el Hassan durante el
golpe de los ordenadores, los consumidores de Lucky Strike, el de Fuma Puta y
su familia, los medallistas de los JJOO de Logroño ’86 cuyos logros nunca se
verán reconocidos, y un largo etcétera.